Ich habe genung

BWV 082 // para la festividad de la Purificación de María

(Tengo suficiente) para bajo, oboe, cuerdas y bajo continuo

J.S. Bach-Stiftung Kantate BWV 82

Vídeo

Escuchen y vean la introducción, el concierto y la reflexión por completo.

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Material adicional
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«Lutzograma» sobre el taller introductorio

Manuscrito de Rudolf Lutz sobre el taller
Download (PDF)

Artistas

Solistas

Bajo
Peter Harvey

Orquesta

Dirección y cémbalo
Rudolf Lutz

Violín
Renate Steinmann, Olivia Schenkel

Viola
Susanna Hefti

Violoncello
Daniel Rosin

Violone
Markus Bernhard

Oboe
Andreas Helm

Fagot
Dana Karmon

Director musical

Rudolf Lutz

Taller introductorio

Participantes
Karl Graf, Rudolf Lutz

Reflexión

Orador
Karin Kaspers-Elekes

Grabación y edición

Año de grabación
02/16/2018

Lugar de grabación
Trogen AR (Schweiz) // Evangelische Kirche

Ingeniero de sonido
Stefan Ritzenthaler, Nikolaus Matthes

Dirección de grabación
Meinrad Keel

Gestión de producción
Johannes Widmer

Producción
GALLUS MEDIA AG, Suiza

Productora ejecutiva
Fundación J.S. Bach, St. Gallen (Suiza)

Sobre la obra

Libretista

Texto
Christoph Birkmann (1703–1771)

Primera interpretación
Festividad de la Purificación de María
2 de febrero de 1727

Texto de la obra y comentarios teológico-musicales

1. Arie

Ich habe genung,
ich habe den Heiland, das Hoffen der Frommen,
auf meine begierigen Arme genommen;
Ich habe genung!
Ich hab ihn erblickt,
mein Glaube hat Jesum ans Herze gedrückt,
nun wünsch ich noch heute mit Freuden
von hinnen zu scheiden:
Ich habe genung!

2. Rezitativ

Ich habe genung!
Mein Trost ist nur allein,
daß Jesus mein und ich sein eigen möchte sein.
Im Glauben halt ich ihn,
da seh ich auch mit Simeon
die Freude jenes Lebens schon.
Laßt uns mit diesem Manne ziehn!
Ach! möchte mich von meines Leibes Ketten
der Herr erretten;
ach! wäre doch mein Abschied hier,
mit Freuden sagt ich, Welt, zu dir:
Ich habe genung!

3. Arie

Schlummert ein, ihr matten Augen,
fallet sanft und selig zu!
Welt, ich bleibe nicht mehr hier,
hab ich doch kein Teil an dir,
das der Seele könnte taugen.
Schlummert ein, ihr matten Augen,
fallet sanft und selig zu!
Hier muß ich das Elend bauen,
aber dort, dort werd ich schauen
süßen Friede, stille Ruh.

4. Rezitativ

Mein Gott, wenn kömmt das schöne: Nun!,
da ich im Friede fahren werde
und in dem Sande kühler Erde
und dort bei dir im Schoße ruhn?
Der Abschied ist gemacht:
Welt, gute Nacht!

5. Arie

Ich freue mich auf meinen Tod,
ach! hätt er sich schon eingefunden!
Da entkomm ich aller Not,
die mich noch auf der Welt gebunden.

Reflexión

Karin Kaspers-Elekes

«Suficiente» no es lo mismo que «terminado».
La individualidad del deseo de morir

Es un honor y un placer para mí poder reflexionar con ustedes esta tarde sobre el trasfondo teológico
y contenido de la cantata compuesta por Johann Sebastian Bach para la Fiesta de la
¡La cantata fue escrita por Johann Sebastian Bach para la fiesta de la Purificación de la Virgen María en 1727 y se titula «Ich habe genung!

Tengo suficiente, tengo suficiente. Las preguntas surgen a la primera escucha: ¿bastante de qué? ¿Está alguien cansado de lo que fue y de lo que es? ¿Qué motiva esta exclamación de acento emocional?
Una revista tituló hace tiempo: «¡Estoy viejo, cansado, estoy harto!». ¿Debemos encontrarnos esta noche con un examen del momento de la muerte y su ocurrencia, incluso la influencia posible o necesaria en este momento?
Apenas me parece posible asimilar la obra, entretejida de palabras y sonidos, sin que surjan recuerdos de nuestras propias despedidas vividas y de los deseos moribundos de personas quizá cercanas, que han llegado a nuestros oídos y que hemos intentado comprender. Pero también me parece obvio no dejar de lado las polémicas discusiones actuales, la lucha por la cuestión de la llamada muerte autodeterminada, que a menudo se presenta como si nuestro máximo derecho y expresión de autonomía vivida fuera poder determinar nuestro propio momento de la muerte, y no poder vivir la vida que nos ha sido dada lo más autodeterminada posible hasta el final.
«¡Ya he tenido suficiente!» ¿Qué motiva esta afirmación que, como lema que se repite cuatro veces, dio título a esta cantata? ¿Se trata de una visión retrospectiva de la vida y de una especie de capitulación, similar al «¡Ya está bien!» de un entrenador de fútbol italiano temporalmente sin suerte llamado Giovanni Trappatoni, que puso fin a una época de su carrera de forma perpleja con esta frase que parece un poco extraña?
Cuando el 2 de febrero de 1727 se escuchó por primera vez en Leipzig el «¡Ya basta!», la unidad de la obra estaba formada por la música de Johann Sebastian Bach y las palabras de un joven estudiante de teología y matemáticas. Christoph Birkmann tiene sólo 24 años y es alumno particular del Thomaskantor.
Desde hace algo más de dos años, gracias a un incipiente proyecto de investigación del Archivo Bach de Leipzig y de la Fundación Fritz Thyssen, podemos saber que puso letra a ésta y a otras muchas cantatas de Johann Sebastian Bach. El archivo de Núremberg dio a conocer la fuente de este conocimiento a la investigadora de Leipzig Christine Blanken después de que la historia permaneciera en silencio durante mucho tiempo: contenía un volumen de poemas de cantatas publicado por el propio Christoph Birkmann allí, «Gott-geheiligte Sabbaths-Zehnden/bestehend aus Geistlichen Cantaten auf alle Hohe Fest-, Sonn- und Feyertage der Herspruckischen Kirchengemeinde zu Gottseeliger Erbauung gewiedmet von Christoph Bürkmann».

Bach ya había escrito dos veces antes obras para esta fiesta, cuyo contenido está dedicado a la memoria de la ofrenda de Jesús en el templo de Jerusalén y que todavía se llama popularmente «Maria Lichtmess» (Candelaria) en nuestras agendas. Se celebra el 2 de febrero según nuestro calendario gregoriano y tenía un lugar fijo en el calendario litúrgico de las iglesias cristianas de Leipzig en el siglo XVIII. Se celebró de manera festiva.
La fiesta toma su contenido teológico del segundo capítulo del Evangelio según Lucas. Y tan estrechamente como la perícopa sigue la narración del nacimiento de Jesucristo, tan estrechamente nos situamos con la cantata de esta noche, creada para el día que, hasta el Concilio Vaticano II, completaba el ciclo festivo de la Navidad en la Iglesia católica, el día del nacimiento de Cristo: han pasado 40 días desde que el ángel dijo: «He aquí que os anuncio una gran alegría que llegará a todo el pueblo». Hoy os ha nacido el Salvador».
40 días. Belén. La visita de los pastores y los sabios. Tiempos difíciles. El vuelo y los desvíos vía Egipto. El día 40 llegan. María. José. Y el niño. Llegan al templo de Jerusalén.
Y allí, por primera vez, alguien experimenta lo que el joven estudiante, del que se habla hoy en día como Christoph Birkmann, intenta plasmar en estas mismas palabras suyas en 1727: «Estoy harto».
Es Simeón, ya anciano, quien toma la palabra en el Santo de los Santos del judaísmo. Su tarea: esperar. Para el cumplimiento de la promesa. Para el amanecer de la salvación. Por la llegada del Mesías.

Simeón, en Jerusalén, aún no tiene noticias de lo que ha ocurrido en Belén. Para nosotros, que estamos acostumbrados a una comunicación casi simultánea a miles de kilómetros, hay que decirlo. Muchos estaban esperando. Todo el pueblo esperaba al Mesías. Pero Simeón había tenido una experiencia espiritual muy personal que le había asegurado que no moriría antes de ver al Mesías. Cuando la espera se vuelve personal y llega al corazón, se convierte en anhelo. Y esta espera anhelante dio sentido a su vida.
Y entonces sucede. Una pareja lleva al templo a un niño de unas seis semanas.
Hasta ahora, todo va bien. Eso no fue nada especial todavía. Pues según el rito judío, todo primogénito debía ser llevado al templo junto con su madre y consagrado a Dios. Podría ser redimido con una suma de dinero. Sin embargo, en el caso de este recién nacido no se dice nada al respecto. Y había que hacer un sacrificio para que la joven madre pudiera ser considerada pura de nuevo. Las palomas, símbolo en el judaísmo del amor y la dulzura. Y eran asequibles, de modo que incluso los padres jóvenes podían permitírselo.
Hasta este punto, todo es realmente como siempre fue. Pero cuando Simeón se encuentra con este niño, la escena adquiere otra dimensión. Simeón se emociona profundamente y se da cuenta: su anhelada espera y con ella la de todo el pueblo, ha llegado a su meta.
Simeón está tan conmovido en el encuentro que se pone a cantar. Es el tercer himno de alabanza que Lucas presenta en su Evangelio, su buena noticia del amor de Dios por su pueblo: María canta. Zacarías, el marido de Isabel, canta. Y ahora también Simeón. Cuando se ponía solemne, la gente cantaba. En todas las transiciones de la vida, la gente cantó y sigue cantando. Nacimiento, bautismo, boda y abdicación. Siempre que lo que ocurre toca lo más íntimo. Suena como desde lo más profundo del alma: la conmovedora verdad de lo que ha sucedido.
Y ahora Simeón canta: «Señor, ahora dejas ir a tu siervo en paz, como has dicho; porque mis ojos han visto a tu Salvador, la salvación que has preparado ante todos los pueblos, una luz para la iluminación de los gentiles y para la alabanza de tu pueblo Israel.»
Cuántos años puede haber medido Simeón la cantidad de tiempo en su espera y anhelo. Tiempo insatisfecho y anhelante. Pero ahora, en el encuentro, se produce el momento del kairós. Tiempo de salvación. Ahora no son los días, los meses o los años los que cuentan. Lo que cuenta ahora es la calidad del tiempo. Este momento de encuentro. Se convierte en algo significativo. Para Simeón. Para el pueblo de Israel. Para la historia del mundo. La salvación de Dios. Y la tarea vital del viejo Simeón se cumple al reconocer y bendecir al niño y a sus padres acompañantes. Les hace partícipes de su sabiduría, que se convertirá para ellos en una señal y una orientación para las inimaginables adversidades que encontrarán.
«Ahora, Señor, deja que tu siervo se vaya en paz». Puede poner con confianza su vida y su futuro camino en las manos de Dios. No habla del tiempo. No hay rastro de prisa. No expresa cansancio de la vida. Pero sí habla de la salvación que le sucederá a él, al pueblo y al mundo entero. No hay nada en el relato de Lucas que sugiera que morirá inmediatamente. Tal como dijo el Señor… Se habla de la relación con Dios. Estar integrado en el pueblo de Israel y en el contexto del mundo. Y ahí está Ana, la profetisa que también ha envejecido, a la que Rembrandt, cuando plasma la escena en su último cuadro antes de su muerte, pinta al lado de Simeón, tanto bendiciendo al niño como rezando. Simeón forma parte de un todo mayor, en las relaciones, también vive para los demás, no sólo para sí mismo. Simeón no habla de sí mismo ni de su perspectiva, ni de su muerte, ni de un futuro aquí o allá. Y nunca más Lucas dirá una palabra sobre cómo fueron las cosas con Simeón.

Hasta aquí el mensaje bíblico-teológico.
El 2 de febrero de 1727, su actualización resuena en la exclamación: «¡Estoy harto!».
Es la interpretación del joven Christoph Birkmann, es más: es la apropiación personal de lo que el evangelista Lucas, el teólogo de la salvación con gran interés en la exactitud histórica, cuenta del momento de salvación de Simeón en el encuentro con el Mesías.
«¡Ya he tenido suficiente!» La emoción de este momento se convierte en el punto de partida de la tercera obra de Bach para la Fiesta de la Presentación del Señor. No es fácil poner en palabras el momento del kairós, un momento de salvación. Birkmann apunta al centro: «¡Ya está bien!»
Si los primeros versos se ocupan más bien de reproducir la experiencia de la salvación de Simeón, tal como la relata Lucas, es ya la segunda parte de la primera aria la que permite comprender la experiencia de la salvación, al menos de forma paralela al presente y también la actualiza al poeta: «¡Me he hartado, lo he visto! Mi fe ha apretado a Jesús en mi corazón».
En el recitativo que sigue, el poeta da un paso más en este camino, partiendo de nuevo de la experiencia más interna de Karios: «¡Ya he tenido bastante!»
Su escopo: la experiencia de la comunión de Cristo es también accesible al hombre que vive más de 1720 años después. Esta es una de las afirmaciones teológicas centrales del texto de la cantata: «Mi único consuelo es que Jesús quiere ser mío y yo suya». Es como si escucháramos la respuesta a la primera pregunta fundamental del Catecismo de Heidelberg (1563) escrito por Zacharias Ursinus en 1563: «¿Cuál es tu único consuelo en la vida y en la muerte? Que en la vida y en la muerte, en cuerpo y alma, no me pertenezco a mí mismo, sino a mi Señor Jesucristo».
La interioridad surge en la fe. Intimidad. Y así el poeta describe una especie de imitación interior de Simeón para su propia seguridad de fe: una comunión mística con Cristo también es posible en la fe para el que vive actualmente y puede llegar a ser igual de significativa para el individuo.
En la fase de la ortodoxia tardía o reformista y en los inicios de la modernidad, hablar de Dios y de la fe en él es cuestionado por dos lados: por el pietismo, por un lado, y por el inicio de la Ilustración, por otro. Y ambas partes descubren el yo.
En esencia, esto significa que el yo del pietismo se preocupa por la propia salvación ante Dios y en Dios. El yo de la Ilustración se ocupa de emanciparse, más o menos en relación con Dios.
Faltan 40 años para el «Sturm und Drang», y parece como si la melancolía, que la estudiosa de la literatura Annette Wallbruch denomina «la enfermedad de moda del siglo XVIII», revelara ya en las palabras del joven Christoph Birkmann esas emociones y presagiara la alteridad que, en 1774, da al sufrido joven Werther de Johann Wolfgang Goethe sus rasgos y lleva el destino de su vida a su trágica conclusión.
Por un lado, nos encontramos con un proceso de individualización que se aplica tanto a la experiencia de la unidad con Cristo como al más allá del propio futuro. Lucas, el teólogo de la salvación, también da importancia a la primera en la tradición, pero muy en referencia al significado del momento de la salvación para la historia de la salvación de Israel y del mundo entero. La consecuencia del rechazo del mundo y la vuelta hacia la existencia del más allá se debe cada vez más al desarrollo de la historia de la teología, que intenta responder a la cuestión de la salvación personal.
¡Cuando, al mismo tiempo, en este recitativo suena la súplica: «¡Ah! Que el Señor me salve de las cadenas de mi cuerpo! «nos recuerda las múltiples formas en que la población urbana, incluso en una aglomeración progresista como Leipzig, podía enfermar de epidemias en esta época, así como la apreciación teológica del componente inmaterial de la existencia humana. «Las cadenas» no son sólo en la poesía y la filosofía del siglo XVIII una expresión de esclavitud, de estar atrapado en lo material menos valorado, a lo que seguirá la transición a la existencia espiritual y verdadera.
El texto de la siguiente aria también es deudor de una visión dialéctica del mundo y del hombre, por un lado apegado a la materia y por otro alcanzando la vida espiritual y verdadera del más allá: El hombre no es libre, es nolens volens parte activa de la miseria mundana: «Aquí debo construir la miseria». Estamos con él ante el «homo incurvatus in se» de Lutero, el hombre encorvado en sí mismo. No hay escapatoria. Somos pecadores. Eso es cierto. Sólo en la relación con Cristo hay salvación para el creyente.
Pero el anhelo de paz y salvación sólo se satisface en última instancia después de la muerte. Mientras que la tradición lucana nombra el momento de la salvación como la causa del hallazgo interior de la paz, que permite que la continuación se desvanezca en el fondo, las palabras de Christoph Birkmann se centran en la esfera de la existencia posterior a la muerte como un espacio de anhelo y experiencia futura de paz y tranquilidad.
Aquellos que interiormente llevan a Cristo a su propio corazón y así comprenden espiritualmente-emocionalmente el reconocimiento de Simeón de sí mismos se han despedido: «¡Adiós está hecho, mundo, buenas noches!
La consecuencia de la comunión salvífica con Cristo desemboca en una perspectiva de futuro descrita con anhelo y sentimiento:
«Espero mi muerte, oh, si ya hubiera llegado. ¡Entonces escaparé de toda la miseria que aún me atenaza en el mundo!
Hay que recordar que el joven letrista, que conocía el «Nunc dimittis» de Simeón, que también formaba parte de la oración nocturna diaria de la Iglesia luterana y en algunos lugares también de la liturgia de la Cena del Señor, por lo que también lo conocía por su uso litúrgico activo, siente el momento de la salvación de la comunión de Cristo en una adaptación íntima y edificante, de tal manera que la existencia mundana queda completamente desatendida en comparación con la anhelada existencia espiritual. «¡Ya he tenido suficiente!» ¿Un último deseo actual? ¿Una instantánea emocional? ¿Un medio teológico-artístico para expresar la comunión curativa con Cristo en la fe y su significado existencial de encontrar la suficiencia? Lo más probable es que sea esto último. Es importante recordar que el propio creador del texto de la cantata ejerció de pastor en Núremberg durante muchos años hasta su muerte.

Podemos escuchar la cantata de Johann Sebastian Bach «¡He tenido suficiente!» esta noche como una interpretación teológica según la interpretación de la época – y dejarla de nuevo a un lado. Pero también podemos dejarnos inspirar y sensibilizar, también para tratar los deseos de morir de hoy, los teóricamente pensados de antemano y los concretamente motivados por graves experiencias personales.
No todos los «¡Ya estoy harto!» expresados, no todos los deseos de morir expresados tienen como objetivo final acabar con la propia vida o incluso acelerarla.
Cada pregunta sobre el tiempo del «ahora», cada añoranza de la muerte, cada «ya he tenido bastante» tiene un rostro individual y, cuando se expresa, busca la resonancia de aquel a quien se le confía. Vuelvo al principio y pregunto: ¿qué es lo que motiva un «tengo suficiente» concreto?
No pocas veces hablamos de la dignidad del ser humano en sí mismo. Es inviolable. En la situación concreta, creo que esto significa que es debido a este valor, que se otorga a cada ser humano qua su humanidad y no puede o no tiene que ganarse, que su «¡ya he tenido suficiente!» no se escucha precipitadamente como «ya he terminado».
Los deseos de morir son elocuentes. Los que los expresan, según mi experiencia de muchos acompañamientos de enfermos graves, expresan mucho más a menudo que la vida tal como es en este momento carece de calidad de vida. Donde se expresan, te buscan a TI. Buscan el encuentro y expresan la soledad, los anhelos y los procesos de desarrollo interior, y no pocas veces son una expresión del anhelo de una experiencia de curación en el duelo de una vida que supone un reto en condiciones tan cambiadas tras el diagnóstico de una enfermedad grave. «He jugado en una liga diferente desde mi diagnóstico». O: «Todo lo que empiezo ahora, lo veo de alguna manera a través de un velo. ¿Sigue teniendo sentido todo esto? ¿Y para quién?»
¿Alguien me abre el espacio y me da un poco de su tiempo para pensar dónde puede haber esperanzas que sean sostenibles, dónde la esperanza de la salud ya no se cumplirá según el juicio humano? Los deseos de los moribundos son individuales y buscan la resonancia de una contraparte que los escuche y sea empática, con tiempo para la melodía de la vida que se esconde en ellos y detrás de ellos. Los momentos de encuentro sanadores necesitan de la relación. Hay que esperar y rezar para que los momentos de salvación, en los que se experimenta la suficiencia, se puedan vivir también cuando la experiencia de la carencia se aleja y se permite que la paz se instale con la vida menos perfecta. Tomo prestadas las palabras de Hilde Domin que describen esta actitud:
«¡No te canses, sino extiende tu mano hacia el milagro como un pájaro! «Quizá haya más de lo que vemos. Sentido. Prever. Otro milagro más conmovedor. Uno que hace el conjunto. Tiempo cumplido. Un momento de curación. Una exhalación esperanzadora. Y uno que pueda decir, cuando llegue el momento, «¡Ya he tenido suficiente!»

Este texto ha sido traducido con DeepL (www.deepl.com).

Referencias

Todos los textos de las cantatas están tomados de la «Neue Bach-Ausgabe. Johann Sebastian Bach. Neue Ausgabe sämtlicher Werke», publicada por el Johann-Sebastian-Bach-Institut Göttingen y por el Bach-Archiv Leipzig, serie I (cantatas), tomos 1-41, Kassel y Leipzig, 1954-2000.
Todos los textos introductorios a las obras, los textos «Profundización en la obra» así como los «Comentarios teológico-musicales» fueron escritos por Dr. Anselm Hartinger, el Rev. Niklaus Peter así como el Rev. Karl Graf bajo consideración de las siguientes obras de referencia: Hans-Joachim Schulze, «Die Bach-Kantaten. Einführungen zu sämtlichen Kantaten Johann Sebastian Bachs», Leipzig, segunda edición, 2007; Alfred Dürr, «Johann Sebastian Bach. Die Kantaten», Kassel, novena edición, 2009, y Martin Petzoldt, «Bach-Kommentar. Die geistlichen Kantaten», Stuttgart, tomo 1, segunda edición,  2005 y tomo 2, primera edición, 2007.

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